
Naufragios
Tenías la mirada lustrosa, como un velo de luz mortecina cubriendo tus ojos redondos, y en la oscuridad de tus pupilas se escondía un adiós. Ligero y sutil el fuego que nos consumió en la distancia salada del mar y viento del sur.
Tenías las manos callosas, como áspera roca azotada por el viento y la tempestad, y en cada grieta se acumulaba la sal calcinante. Oscura y frágil el agua que nos enfrió bajo las estrellas temblorosas del horizonte azul.
Tenías el corazón agrietado, como río de agua revolviendo la tierra firme, y en la profundidad del caudal, yo: naúfraga y errante.
DA20141230


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